El reflujo vésico-ureteral (RVU) constituye
una enfermedad nefrourológica pediátrica de gran importancia. Su frecuencia,
secundaria a su cada vez mejor conocimiento y búsqueda por el médico
tratante, aumenta progresivamente. El pediatra general lo investiga
con empeño cuando un paciente presenta infección urinaria y, cuando
lo encuentra, plantea su tratamiento para evitar la nefropatía por
reflujo posible causante de insuficiencia renal y/o hipertensión arterial.
La
infección urinaria persiste como el indicador biológico fundamental
del reflujo, pero hoy conocemos situaciones, de menor frecuencia,
donde puede existir en ausencia permanente o transitoria de aquélla.
La
naturaleza congénita del RVU primario es aceptada universalmente.
Actualmente existe una fuerte corriente de opinión que cree que también
es una enfermedad genética. Varios autores han señalado la frecuencia
de este hallazgo en niños totalmente asintomáticos, hermanos de portadores
de RVU.
El
mecanismo de trasmisión genética no está aclarado (autosómico dominante,
poligénico, ligado al cromosoma X), pero se acepta que si en una familia
hay un niño con RVU, los hermanos están en riesgo de presentarlo también
(1-4).
Van
der Abbeele (2) comprobó que el 45% de los niños cuyos
hermanos presentaban reflujo, también lo tenían. Estudió su población
mediante cistografía convencional.
Peeden
(1) encontró un porcentaje de 46% de RVU en los hermanos
estudiados, elevándose esta relación al 50% si se hace con respecto
a los recién nacidos. Indica a la población estudio con ecografía
y cistografía convencional.
Noe
(3) señaló que su porcentaje es de 34%, el que se eleva
si se considera solamente la población de lactantes. Comparó la evolución
a distancia de los pacientes índices y de los hermanos, comprobando
que entre los primeros existían varios con cicatrices e insuficiencia
renal, lo que no se presentó en ninguno de los del segundo grupo.
Wan
(4) encontró 27% de hermanos con reflujo, estudiándolos
con cistografía isotópica, a la que agregó la convencional si el reflujo
era de alto grado. Realizó centellograma renal con ácido dimercaptosuccínico
(DMSA) encontrando entre los hermanos estudiados 14% de nefropatías
por reflujo. Todos estos pacientes eran portadores de reflujos severos
o eran mayores de 10 años.
Connolly
(5) insiste en el estudio temprano
de los hermanos menores de 72 meses. Comprobó en la población
menor de 24 meses un porcentaje de hermanos con reflujo de 24%. Indica
cistografía isotópica y DMSA en aquéllos que presentan reflujo.
Bonnin
(6) comprobó 26% de hermanos con RVU, siendo también el
porcentaje mayor en los lactantes. Indica ecografía, cistografía isotópica
y DMSA. Comprobó un solo caso de reflujo y nefropatía concomitante,
por lo que cree que el centellograma renal no es necesario. Isky Gordon
(comunicación personal) señala que no todos los hermanos de niños
con RVU requieren estudio. Lo indica: a) si integran familias con
historia reiterada de reflujo; b) si el niño propósito presenta insuficiencia
renal terminal secundaria a infección urinaria (IU) y RVU; c) si existe
en la familia más de un niño con lesiones renales secundarias a IU
y RVU.
La
comprobación por diversos autores de que el porcentaje es siempre
mayor en lactantes, estaría de acuerdo con lo ya conocido de la historia
natural del reflujo que espontáneamente mejoraría y/o desaparecería
en el curso del tiempo, por lo que aconsejan su detección oportuna.
Es de gran interés la observación de Wan (4) que comprobó
nefropatías por reflujo en niños cuya enfermedad era importante y
su evolución, aunque asintomática, prolongada.
Nguyen
(7) comprobó que 20% de aquellos recién nacidos a los que
se les demostraron durante el período gestacional dilataciones urinarias
altas mediante ecografía, estudiados luego del nacimiento con cistografía
isotópica, presentaban reflujo. Ninguno presentaba alteraciones urinarias
aunque en alto número alteraciones centellográficas importantes. En
esta situación la infección tampoco jugaría un rol en estas lesiones,
planteándose displasias renales concomitantes o, como lo sugiere un
comentario editorial conjunto, serían producidas por un mecanismo
de hipertensión endoluminal, como Ransley (8) clásicamente
lo describió.
El
RVU podría ser, de acuerdo a lo expuesto, una enfermedad genética,
y la necesidad de detectarlo en niños aparentemente sanos, hermanos
de un niño propósito, una necesidad para algunos autores. Esta posición
plantearía dudas para otros.
Personalmente
no los hemos estudiado en forma rutinaria, lo que podría ser considerado
como un error.
La
mayor experiencia futura dirá la necesidad o no de realizar estudios
costosos e irradiantes para detectar estas posibles malformaciones.