La obesidad infantil es uno de los problemas de salud del mundo moderno. Es una enfermedad no trasmisible (ENT) cuyas morbilidades (diabetes, HTA, dislipemias, síndrome metabólico) pueden no manifestarse en el momento, y también aumenta el riesgo de enfermedades digestivas, respiratorias y cáncer, entre otras.
En su etiología participan factores de riesgo y protección que actúan desde antes de la concepción del niño. Es una enfermedad multifactorial: alimentación con excesos de sal, grasas y azúcares simples, aportes calóricos aumentados escasa actividad física, mucho tiempo de permanencia en actividades sedentarias.
Según UNICEF año 2023, Uruguay es el noveno país de América Latina en 33 con una obesidad de en niños de 5 a 19 años de 13,8%. Se puede decir que el promedio de obesos varones es 16.1 y en mujeres 11.4; el porcentaje de sobrepeso de niños y adolescentes es de 33,4% y el de niñas y adolescentes es de 31%. Entre el año 2000 y 2016, las cifras de sobrepeso y obesidad se duplicaron.
La obesidad en niños y adolescentes aumenta entre 1,3 a 5,3 veces el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y metabólicas al ser adultos; y ese riesgo aumenta más si los padres -ambos o uno de ellos, o sus abuelos también- son obesos. Por lo tanto, es una enfermedad transgeneracional.
Recordemos que la obesidad es una enfermedad compleja que tiene principal relevancia en el peso y el estado nutricional materno pre y concepcional, y que se asocia con otras patologías que la madre presente, ejemplo diabetes gestacional, y si el niño fue prematuro, pequeño o adecuado para la edad gestacional.
Numerosos trabajos destacan la importancia del embarazo y la preconcepción en lo nutricional y metabólico y en la vida posfetal, ya que las carencias durante la gestación determinarán patologías que se manifestarán en la adultez, aunque se hayan gestado en el embarazo y clínicamente no se hayan detectado.
Por lo tanto, la función del pediatra es la de prevenir, actuar en el período de máxima plasticidad del organismo (es esencial el control los primeros 1.000 días de vida, haciendo especial hincapié en la madre y en el niño sobre todo hasta los 2 años y en especial hasta los 6 meses).
Nuevamente destaco la función del pediatra que deberá ser un puericultor y lograr y mantener una empatía frente a los padres de los niños obesos (que a veces ellos también lo son) y detectar y apoyar cuando los padres quitan importancia de la obesidad del niño o no la reconocen o se sienten culpables.
Destaco el llenado completo de la cartilla de control del niño evaluando las ENT de madre, padre y abuelos, así como también el control estricto del aumento de peso a partir de los 6 meses que, si se mantiene, determinará obesidad a los 4 años.
También es fundamental y esencial impartir educación a nivel, promoviendo la lactancia materna y, fundamentalmente, dando especial importancia a la alimentación complementaría y también la alimentación casera.
En los niños mayores y adolescentes, atender la selección de alimentos en las cantinas escolares, e impulsar la enseñanza y el significado del rotulado frontal.
Por el Comité de Nutrición:
Mag. Dra. Rosario Satriano, secretaria
Sociedad Uruguaya de Pediatría
Marzo, 2024