En este nuevo 8 de Marzo queremos homenajear a las mujeres pediatras. Mujeres que son madres, hermanas, hijas, tías, abuelas, esposas, que tienen múltiples roles y que se abrazan a la especialidad que eligieron a lo largo y ancho del país para cuidar a nuestros niños, niñas y adolescentes en los diferentes niveles de atención y en tiempos especialmente complejos que aún se manifiestan sobre nosotros por la pandemia de SARS COV 2.
Sin duda en este último año la incertidumbre y la inseguridad de una enfermedad nueva y desconocida nos obligó a reinventarnos, transformando nuestros estilos de vida, los de nuestras familias, los de las comunidades en las que estamos insertas y las formas de trabajo. La emergencia sanitaria cambió incluso la forma de nacer, enfermar y morir. Y todo eso influyó en cada una de nosotras, no hay dudas.
Así, y a partir de lo vivido en este nuevo siglo XXI, debemos como pediatras rescatar e identificar los verdaderos factores que promueven la salud física y mental de cada una de nosotras, de modo de poder lograr ese equilibrio que nos permita ocuparnos en forma holística e integral de los niños, niñas, adolescentes y sus familias.
Como pediatras modernas, insertas plenamente en este siglo, no solo debemos ocuparnos por las condiciones imperantes actualmente, sino también por aquellas que probablemente se produzcan en el futuro, lo que nos exige maximizar nuestra continua formación.
Tenemos la obligación ética de lograr conductas y estilos de vida saludables en las familias donde nacen, crecen y se desarrollan los niños y niñas. Debemos priorizar la promoción y la prevención, los diagnósticos precoces y los tratamientos oportunos. Aprendimos que cuando no podemos curar, siempre debemos acompañar y consolar. Debemos estudiar, reflexionar y evaluar nuestro trabajo, sin descuidar nuestra propia vida.
Los avances tecnológicos en la medicina que ejercimos durante este año fueron bienvenidos, pero a condición de que su incorporación se base en principios éticos irrenunciables, a fin de poder controlarlos. Eso es fundamental en el lugar en el que nos desempeñemos: no podemos dejar de pensar en el otro, con cada una de las acciones que hagamos, y siendo la presencialidad en las consultas algo sin lugar a dudas necesario.
Tenemos una enorme responsabilidad en lo que significa informar y comunicar; solo si las familias están informadas lograremos que los cuidados se realicen de la mejor manera. No debemos olvidar que es la familia donde se toman las decisiones más importantes acerca de la salud de niños y niñas, y de acuerdo a qué y cómo lo digamos, cumplirán o no con las recomendaciones brindadas.
Además, todos conocemos ahora el llamado síndrome del “burnout”, y por eso es necesario que aprendamos a protegernos no sólo de los ataques provenientes del mundo exterior, sino también de nosotras mismas. Cada una tiene una batalla cotidiana de desarrollo personal en todos los sentidos, eso está claro. Pero no podemos hacer todo, y aunque sea difícil, tenemos que aprender a priorizar, tanto en el trabajo como en nuestra vida en general.
Nuestro aporte es relevante y fundamental para la construcción y el progreso de la Pediatría nacional, al igual que lo es para el desarrollo de nuestros niños, niñas y adolescentes, que hoy ya se está definiendo. Está en cada una de nosotras valorar esto, apoyarnos y escribir entre todas un futuro más justo, humano y saludable.
Dra. Alicia Fernández
Pediatra, expresidenta de la SUP
8 de marzo, 2021