La adolescencia implica una importante carga de estrés directamente relacionada a la construcción de identidad que definirá patrones de conducta y socialización, así como formas de vida y elecciones a futuro. No todos ni todas tendrán los mismos intereses ni formas de actuar o vestir, porque no todos ni todas tienen los mismos recursos psicológicos ni las mismas realidades en su entorno.
Existe en la sociedad la mirada de la adolescencia como una etapa problemática, y en realidad es un tiempo donde a nivel orgánico y emocional ocurre un constante desarrollo que genera cambios. Estos cambios no deberían percibirse como problemas, sino como oportunidades en el proceso de desarrollo emocional.
Los procesos de socialización son vitales en esta etapa y adquieren gran importancia. La pandemia dejó al descubierto que más allá del uso de redes sociales y tecnología, el encuentro presencial no puede ser sustituido; por eso, muchos adolescentes manifestaron durante el confinamiento diversos síntomas relacionados con la pérdida de esta posibilidad. Muchos abrazaron la idea de muerte por primera vez, ya sea por la posible pérdida de familiares, así como por presentar ideas de muerte en esta etapa.
En el último tramo del año, a partir de la flexibilización y el retorno a las instituciones de enseñanza en forma presencial, surgieron en muchos y muchas adolescentes el miedo, la inseguridad y la angustia, mientras que en otros se reforzó el pensamiento omnipotente de que nada les va a pasar, y fue así que tuvieron conductas desafiantes.
En este período también tuvieron aprendizajes, debieron aprender a ceder, a postergar, a definir prioridades y manejar frustraciones. También pudieron compartir tiempo en familia, aprender cosas nuevas, adquirir destrezas y nuevas habilidades.
En las últimas semanas pudo aparecer el miedo a volver al distanciamiento social y a la pérdida nuevamente de espacios de socialización, dado el aumento en los contagios. Y esa situación implica un alto nivel de estrés, ya que la experiencia fue realmente difícil para algunos y algunas adolescentes, y para sus situaciones de vida particulares. Cada uno de ellos y ellas, de acuerdo a su realidad, lo vivió con diferente intensidad.
Al terminar el 2020 y comenzar el 2021, se generó en la sociedad la actitud de responsabilizar a los y las adolescentes por el incremento en los casos de Covid-19. Pero la realidad mostró que las fiestas clandestinas eran en su mayoría organizadas y con la participación de jóvenes y adultos. No adolescentes. La contención y guía que necesitan en este tiempo se contrapone a la mirada de culpabilidad sobre los y las adolescentes que se trató de imponer.
Por lo tanto, destacamos y reforzamos la idea de que detrás de todo adolescente debe haber un adulto responsable, y es dicho adulto quien habilita o restringe las posibilidades de ese adolescente de salir o generar espacios de reunión.
El mismo adulto que valida o inhabilita la importancia de seguir protocolos es quien debe trasmitir el concepto de responsabilidad. Normas, límites, hábitos y responsabilidad social no se incorporan en la adolescencia, sino que se van construyendo desde edades tempranas, y cómo las realice el adolescente será un reflejo de la educación que recibió en su casa y su entorno, con ejemplos, modelos de conducta a seguir, y acompañado de un diálogo abierto y respetuoso.
Lamentablemente se ha manejado la creencia de que el adolescente no comprende, y en realidad sucede lo contrario, eso está directamente relacionado a cómo es el vínculo con los adultos referentes y la forma en que se comunican, lo cual genera conciencia en ellos en cuanto a su forma de actuar y estar en el mundo.
El adolescente comprende en la medida en que hay comunicación efectiva, del mismo modo que responde a los límites cuando encuentra lógica en los mismos. Como comprende, desafía, porque necesita validar dicha comprensión a través de la coherencia del adulto. Para relacionarnos con un adolescente de forma saludable es necesario poder mediar y negociar, y eso se logra mediante el ejemplo y el modelo a seguir que los adultos referentes proporcionan y la forma en que desarrollan la empatía y la incorporación de responsabilidad social en su entorno y fuera del mismo. Los y las adolescentes son un reflejo de nuestra propia conducta social.
Así, este 2021 nos trae una única certeza, la incertidumbre es igual para todos. Más allá de la adolescencia, todos nos enfrentamos a una pandemia por primera vez en nuestra vida y todos vamos ajustando nuestras rutinas a cada momento y sus necesidades.
Todos tenemos la ilusión de que este momento termine y el miedo al contagio o la pérdida de seres queridos, la frustración en este momento de pandemia es una constante en todas las franjas etarias. La frustración definida como un obstáculo que interviene entre una persona y su meta. Tolerar la frustración es una habilidad que se aprende y se desarrolla. Por eso los espacios familiares que impulsan y promueven el trabajo colectivo, la creatividad, el diálogo, son fundamentales.
Es un año donde los adolescentes sienten que perdieron momentos de su vida que no van a volver, pero va más allá del festejo de un cumpleaños o la realización de un viaje, son momentos que los definen. Por eso, debemos reforzar el carácter temporal de esta situación transmitiendo optimismo. Y por eso es tan importante sostener espacios que habiliten a trabajar aspectos de la salud emocional tanto como la salud física.
Cómo sobrelleven esta situación los adultos de la familia va a enseñar a los adolescentes a manejar sus propias emociones: poder identificarlas, comprenderlas y comunicarlas dará sensación de alivio. Poder evaluar y dividir en aquellas cosas que se pueden cambiar y aquellas cosas que no se pueden cambiar, ayudará a armar un plan, que brindará recursos para el accionar en tiempo presente y futuro.
Creemos que hoy es importante la idea de vivir en el aquí y ahora y consolidar proyectos o metas que resulten en certezas a corto plazo. Utilizar las características propias de su etapa como recursos saludables que les permitan adaptarse a cada nuevo desafío que esta pandemia les y nos impone.
Hacemos entonces hincapié en no estigmatizar esta franja etaria, generando la idea de ver a los y las adolescentes como culpables; la culpa va asociada a castigo, en cambio el involucramiento en las decisiones y acciones fomenta la responsabilidad, estimula y genera espacios de intercambio y conciencia que les permitirá sentirse partícipes de todo aquello que los involucra en cuanto a su cuidado y el de todos. La empatía, solidaridad y comunicación efectiva deben ser parte esencial de la trasmisión que se realiza en todos los ámbitos que forman parte de la vida de todo y toda adolescente.
Lic. Psic. Karina López Vidal – Lic. Psic. Fani Alzugaray
Comité de Adolescencia
Sociedad Uruguaya de Pediatría
Febrero, 2021